Fidel Castro, eterno héroe de los desheredados
Personaje controvertido en Occidente, donde es
fuertemente criticado, Fidel Castro es admirado en cambio por los
pueblos de América Latina y del Tercer Mundo, que lo consideran un
símbolo de la resistencia a la opresión y un defensor de la aspiración
de los países del Sur a la independencia, a la soberanía y a la
autodeterminación. Rebelde mítico que entró en vida en el Panteón de los
grandes libertadores del continente americano, el antiguo guerrillero
de la Sierra Maestra ha visto su prestigio superar fronteras
continentales para convertirse en el arquetipo del antiimperialismo del
siglo XX y el vector de un mensaje universal de emancipación.
Los medios occidentales, por sus crispaciones ideológicas y una
condescendencia obvia hacia los pueblos del Sur, no han logrado entender
la importancia histórica de Fidel Castro para Cuba, América Latina y el
Tercer Mundo. Desde José Martí, el héroe nacional cubano, ningún otro
personaje ha simbolizado con tanta fuerza las aspiraciones del pueblo
cubano a la soberanía nacional, a la independencia económica y a la
justicia social.
Fidel Castro es un símbolo de orgullo, de dignidad, de resistencia y
de lealtad a los principios y su prestigio ha superado las fronteras de
su tierra natal para irradiar el mundo. El líder histórico de la
Revolución Cubana tomó las armas a favor de los oprimidos y reivindicó
sus derechos a una vida decente. Procedente de una de las familias más
adineradas del país, renunció a todos sus privilegios de clase para
defender a los sin voces, abandonados a su suerte e ignorados por los
pudientes.
Fidel Castro dispone de una legitimidad histórica. Armas en mano
luchó contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista durante el
ataque al cuartel Moncada en 1953 y durante la insurrección en la Sierra
Maestra de diciembre de 1956 a diciembre de 1958. Triunfó contra un
régimen militar brutal dotado de un impresionante poder de fuego y
apoyado por Estados Unidos. En un contexto de hostilidad extrema ha
realizado el sueño de José Martí de una Cuba independiente y soberana y
ha guiado a su pueblo en el camino de la emancipación plena y definitiva
oponiendo una resistencia a toda prueba frente a las pretensiones
hegemónicas de Washington.
Fidel Castro también dispone de una legitimidad constitucional. Cada
uno tiene derecho a pensar lo que quiera sobre el sistema electoral
cubano pero fue elegido, cada cinco años, de 1976 a 2006. Antes de esa
fecha sólo era primer ministro y no presidente de la República. En
efecto, contrariamente a una idea preconcebida, Cuba ha tenido a no
menos de cuatro presidentes de la República desde 1959: Manuel Urrutia
de enero de 1959 a julio de 1959, Osvaldo Dorticós de julio de 1959 a
1975, Fidel Castro de 1976 a 2006 y Raúl Castro desde 2006, cuyo
gobierno terminará en 2018 tras la reforma constitucional que limita el
número de mandatos a dos.
Ningún dirigente puede permanecer a la cabeza de un país durante
treinta años, en un contexto de guerra larvada con Estados Unidos, sin
un apoyo mayoritario del pueblo. Obviamente, como en toda sociedad,
existen insatisfechos, críticos y decepcionados. La Revolución Cubana,
obra de mujeres y hombres, es por definición imperfecta y jamás ha
tenido la pretensión de erigirse en ejemplo. Pero la inmensa mayoría de
los cubanos tiene mucho respeto hacia Fidel Castro y jamás ha puesto en
tela de juicio sus nobles intenciones. Estados Unidos siempre se ha
mostrado muy lúcido al respecto.
Así, el 6 de abril de 1960, Lester D.
Mallory, subsecretario adjunto de Estado para los Asuntos
Interamericanos, recordó en un memorándum a Roy Rubottom Jr., entonces
subsecretario de Estado para los Asuntos Interamericanos, el prestigio
del líder cubano: “La mayoría de los cubanos apoya a Castro. No hay
oposición política eficaz […]. El único medio posible para aniquilar el
apoyo interno [al gobierno] es provocar el desencanto y el desaliento
por la insatisfacción económica y la penuria”.
Washington siguió ese
consejo y dio prueba de una hostilidad encarnizada contra los cubanos
imponiendo sanciones económicas sumamente severas que duran hasta hoy.
Pero la empresa no ha sido coronada de éxito. En efecto, cerca de medio
siglo después, la popularidad de Fidel Castro sigue viva. Es lo que ha
podido constatar Jonathan D. Farrar, entonces jefe de la diplomacia
estadounidense en La Habana quien no ha dejado de enfatizar “la
admiración personal significativa para Fidel” por parte de los cubanos,
recordando que “sería un error subestimar […] el apoyo del cual dispone
el gobierno, particularmente entre las comunidades populares y los
estudiantes”.
Tres facetas caracterizan al personaje de Fidel Castro. En primer
lugar es el arquitecto de la soberanía nacional que ha realizado el
sueño del Apóstol y Héroe Nacional José Martí de una Cuba independiente y
ha devuelto su dignidad al pueblo de la Isla. Después es el reformador
social que se ha ubicado al lado de los humildes y los humillados
creando una de las sociedades menos injustas del Tercer Mundo.
Finalmente es el internacionalista que ha tendido una mano generosa a
los pueblos necesitados y que ha ubicado la solidaridad y la integración
en el centro de la política exterior de Cuba.
*Doctor of Iberian and Latin American Studies at the University of
Paris IV-Sorbonne, Salim Lamrani is a lecturer at the University of La
Réunion, and a journalist specializing in relations between Cuba and the
United States.
His new book is
Cuba, parole à la défense !, Paris, Editions Estrella, 2015 (Preface by André Chassaigne).
Contact: lamranisalim@yahoo.fr; Salim.Lamrani@univ-reunion.fr
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